sexo, cervezas y algunas otras cosas

3.26.2007

grandes regalos, buenos regalos


A lo largo de mi vida he atesorado algunos regalos especiales. Muy pocos valiosos verdaderamente, como los pendientes de brillantes que Castel me regaló para nuestro primer aniversario. Otros, la mayoría, por la historia o el cariño de quién me los regaló.

Guardo tres cruces, una medalla de la Virgen del Pilar del tamaño de una peseta, algunos libros y postales, algunas notas dedicadas, unos cuantos peluches y muñecos, una vaquita con una pata rota, las máscaras venecianas y un espejo con el marco pintado de flores.

Algunos muy bonitos, como esa vela con forma de amantes entrelazados que soportó las inclemencias de un verano en Benidorm y otros raros como un par de calcetines azul turquesa o aquél indignantemente graciosos vibrador de peluche que me regaló un amigo que aún me conocía muy poco.

Siempre es complicado hacer regalos. ¿un servicio o un producto? que diría uno de esos gurús de la publicidad. A mi me gusta regalar tiempo. Tiempo de compartir recuerdos, y mejor aún, de crearlos, de poner a tu disposición mi persona y todos estos años de saber, de sensualidad y de risas que representan mis pocas canas.

Y a veces, cuando puedo, una opinión. Algo así como.. He utilizado mi tiempo de hacer cosas, o de no hacerlas, en pensar en ti, en eso que me contaste que te pasaba y en la solución y creo que tendrías que hacer esto. Palabras, o hechos que te ayudan a dar los pasos difíciles de tu vida, aunque a veces se valoren menos que un par de calcetines turquesa. A veces....

Regalos que cobran importancia con el tiempo, cuando arrecia el invierno y la confusión, y te das cuenta de que es genial tener unos calcetines que se distinguen rápidamente entre todos los demás y de que tienes en la cabeza ya la solución a ese problema al que ni siquiera veías el inicio.

Este fin de semana he regalado un vestido y un tour por el Madrid que adoro. Producto y servicio. Espero que se conviertan en calcetines azules.