sexo, cervezas y algunas otras cosas

12.26.2006

Sed

Bueno es saber que los vasos
Nos sirven para beber.

Lo malo es que no sabemos

Para qué sirve la sed.


D. Antonio Machado



Cuando tenía 16 años, a Castel le asaltó una duda que no se veía capaz de resolver por sí mismo:

¿Sexo sin amor o amor sin sexo?
¿serías capaz de amar a una persona con la que sabes que jamás tendrás una relación sexual, ni un beso, ni un abrazo, ni mucho menos un polvazo, o por el contrario tu lado más carnal te dominaría y tendrías una relación sexual con alguien de quién no estuvieras enamorado?

Difícil dar una respuesta a esa pregunta con solo 16 años…

Y sin embargo, una década después, las cosas se ven de otra manera.

Ahora que sé lo que es amar sin sexo, amar como le amé a él, durante tantos años, suspendida de un recuerdo y de un aroma que me llevaban a recorrer Madrid a varios centímetros del suelo. Desde el cielo a veces. Otras, desde el infierno. A dar la vida solo por verle y la memoria por un par de palabras. A buscarle en otros cuerpos, y en todas las noches y en todas las discotecas en las que entré. A querer tenerle y olvidarle y palpar el aire y no encontrar su mano, ni su cuerpo, ni calor. Sino solamente aire, que ni siquiera era viento. Aire que no se mueve, que te rodea, pero no te roza. Ni te atraviesa…

Y ahora, que también he aprendido lo que es el sexo en sí mismo, y la lujuria, y lo divertido que resulta decirle a uno “eh, tú, ven para acá y hazme volar. No pierdas tiempo. Tengo sed de ti”. Y sentir que por unos instantes tu cuerpo no pertenece a Dios. Que te retuerces y gimes, como Ángel Caído. Que no eres aliento ni suspiro, sino solo tiempo en suspensión. Un instante de eternidad. Ahora que he aprendido a adorar un cuerpo y decorarlo de besos y lametazos, a recrearme en dos centímetros cuadrados de piel tersa y divertirme con los dedos de los pies. Y a reír. Y ver Madrid absolutamete precioso cuando está vacío.

Ahora sé que esa pregunta no tiene respuesta. Que cuando amas, no puedes cambiarlo. Que tanto si tienes sexo como si no, la pasión reside en tu cabeza, y la sensualidad en tu piel. Las caricias, y los besos y las miradas están en tus sueños, y no despiertas por más que te empeñes en abrir los ojos. Y es que el olvido no está en otros cuerpos, ni en ocupar la mente de cosas, ni en dejarla en blanco. Que el olvido llega un día, exactamente igual a como te dice todo el mundo que sucederá: cuando menos te lo esperas.

Y cuando no amas, no puedes decidir amar y ya está. Que eso, sucede o no sucede. Que por más que el sexo sea maravilloso puede que no sea más que eso: solo sexo.


Sexo y amor. Amor y sexo. Cuando tenía 16 años no concebía que pudieran ser términos que tuvieran un significado completo de forma aislada. Algo así como sucede con el agua del mar. Agua y sal. Amor y sexo.

Y sin embargo, ahora sé que el agua en sí misma, resulta inodora, incolora y sobre todo insabora. Y que la sal, como el sexo, en pequeñas dosis le da chispa y sabor a la vida pero si solo tomas sal, tu corazón no lo soportará.

Mi conclusión? La misma que a los dieciséis: lo quiero todo. si no puedo tenerlo todo, entonces tendré lo que la vida me de. Pero este año… lo empiezo en el mar!