sexo, cervezas y algunas otras cosas

4.16.2006

Reconciliación

El pasado es una cosa extraña. En estas últimas semanas en las que por las circunstancias he estado mirando hacia atrás quizá un poco más a menudo de lo habitual me he dado cuenta de que mirar al pasado es como hacerlo a un caleidoscopio. Uno llena la base de cristales -de vivencias- de diferentes tamaños, formas y colores y cuando echa la vista atrás, esas mismas piezas se interpretan de una forma u otra según el estado de ánimo y de las relaciones personales que tiene uno cuando mira.

Estos últimos días de Semana Santa, al encontrarme de nuevo en esa casa, en la que de pequeña fui tan feliz, y los últimos años ha sido escenario de tantos malos rollos, de tanta búsqueda infructuosa de la estabilidad perdida, me he dado cuenta de que en algún rincón del camino olvidé muchos de mis principios, me dejé arrastrar por las circunstancias, por la vida y por mi propio mal humor.

He recordado que mi abuela me enseñó a ser prudente, tolerante, rebelde con las normas injustas y sobre todo, a juzgar las cosas en su justa importancia. Pero sobre todo, he recordado que lo más importante que me enseñó mi abuela es que la familia es lo primero, que uno ha de pelear a veces por ella y otras tener paciencia, pero cuando algo está quemando tu nido, pajarito, tocan a cagarte encima del incendiario.

Estos días me he reconciliado con mi pasado, con mi familia, y sobre todo, con una parte de mi misma que se quejaba poco, pero sufría mucho.