sexo, cervezas y algunas otras cosas

10.14.2005

Requiem por mi adolescencia muerta

Soy, lo tengo q reconocer, una voyeur. Me gusta mirar a la gente e imaginar sus vidas; quedar con cualquier persona en el KM0 y ver pasar a unos y otros pensando en con quién habrán quedado, qué tipo de relación les une, la colonia que se habrán puesto para la ocasión, dónde irán a cenar... Pero de este inocente pasatiempo, si hay algo que me pierde son los adolescentes.

Admirar sus cuerpos flexibles y tersos, incorruptos aún por el paso de los años, espiar sus miradas, atentas a todo ese mundo que se despierta a su alrededor, confundidos, pero decididos como no lo estarán nunca más el resto de su vida; fundirme a hurtadillas en sus abrazos, sinceros y entregados, con esa pasión que hace que te hierva la sangre, aunque luego descubriras que era primero la sangre lo que te ardía y provocaba toda esa pasión pero... en fin, es todo un mundo de seguridad y de certezas absolutas que se te derrumban cada día para cada día volver a despertar... hasta q se pasa el acné.

Pero cuando estas dentro, eres dueño del mundo y del tiempo. Esa etapa no pasará nunca y las miradas siempre serán así de intensas. El tonteo también será así siempre.

Con diecisiete o dieciocho años conocí al chico más dulce, más tierno y más perdido en su burbuja de cuantos he visto jamás. Su cuerpo, aunque ya rondaba el metro noventa, era el más espigado, y el más desgarbado de toda la generación, y su mirada, entre tímida y aturdida, jamás ocultaba que hasta la última célula de su cuerpo estaba profundamente enamorada de una chica. Aquella por la que hubiera bajado la Luna.

Hoy le he vuelto a ver. Dicen que veinte años no es nada, pero seis o siete.... lo que cambian a la gente. Supongo que todos cambiamos, pero verle de nuevo me ha hecho ponerme a mi misma frente al espejo del tiempo y ver más allá de las primeras canas que ya tengo. Sí, para mi también pasó la adolescencia y sí, para mi tampoco volverá. Aquellos seres perfectos, flexibles, apasionados y despreocuados que fuimos, no volverán.

Otras personas ocupan ahora nuestros cuerpos.

Pero sobre todo, lo que de verdad me da vértigo, es que era él, él y no otro, en los muchos años que he tenido esta afición, el más dulce y tierno de cuantos he visto jamás. Y ahora, su mirada es dura y su barba recia.

Ha muerto Peter Pan.