sexo, cervezas y algunas otras cosas

12.27.2006

En altas dosis, por favor



Así es como quiero yo la vida: al 200%. Y para este año, como ya va siendo hora, he decidido escribir mi carta a los Reyes Magos. He sido buena, así que me voy a dedicar algún caprichito. Tomad nota, que quiero y quiero:

Quiero besos en los semáforos.
Quiero gestos cómplices y una frase que solo entendamos tú y yo.
Quiero regalos a golpes de clic.
Quiero que entre mucha luz por la ventana de mi casa, y cocinar juntos con música brasileira y un dry martini.
Quiero encontrarle un amigo a Felicidad.
Quiero que todos mis pantalones me sobren una talla.
Quiero otro viaje lleno de risas mirando al mar.
Quiero aprender a patinar.
Quiero al menos diez comentarios a alguno de mis post (no vale spam!)
Quiero un aumento de sueldo.
Quiero ver a mis padres reírse juntos, mirándose a los ojos.
Quiero aprender a esquimotar y a jugar al golf.
Quiero arreglar algunas cosas del pasado.
Quiero aprender flash.
Quiero tener tiempo para algunos a quienes últimamente siento que les dedico muy poco.
Quiero noches de locura y mimos al amanecer.


Y todo esto, como dice mi amigo Jesús, “lo quiero en altas dosis, por favor”.

12.26.2006

Sed

Bueno es saber que los vasos
Nos sirven para beber.

Lo malo es que no sabemos

Para qué sirve la sed.


D. Antonio Machado



Cuando tenía 16 años, a Castel le asaltó una duda que no se veía capaz de resolver por sí mismo:

¿Sexo sin amor o amor sin sexo?
¿serías capaz de amar a una persona con la que sabes que jamás tendrás una relación sexual, ni un beso, ni un abrazo, ni mucho menos un polvazo, o por el contrario tu lado más carnal te dominaría y tendrías una relación sexual con alguien de quién no estuvieras enamorado?

Difícil dar una respuesta a esa pregunta con solo 16 años…

Y sin embargo, una década después, las cosas se ven de otra manera.

Ahora que sé lo que es amar sin sexo, amar como le amé a él, durante tantos años, suspendida de un recuerdo y de un aroma que me llevaban a recorrer Madrid a varios centímetros del suelo. Desde el cielo a veces. Otras, desde el infierno. A dar la vida solo por verle y la memoria por un par de palabras. A buscarle en otros cuerpos, y en todas las noches y en todas las discotecas en las que entré. A querer tenerle y olvidarle y palpar el aire y no encontrar su mano, ni su cuerpo, ni calor. Sino solamente aire, que ni siquiera era viento. Aire que no se mueve, que te rodea, pero no te roza. Ni te atraviesa…

Y ahora, que también he aprendido lo que es el sexo en sí mismo, y la lujuria, y lo divertido que resulta decirle a uno “eh, tú, ven para acá y hazme volar. No pierdas tiempo. Tengo sed de ti”. Y sentir que por unos instantes tu cuerpo no pertenece a Dios. Que te retuerces y gimes, como Ángel Caído. Que no eres aliento ni suspiro, sino solo tiempo en suspensión. Un instante de eternidad. Ahora que he aprendido a adorar un cuerpo y decorarlo de besos y lametazos, a recrearme en dos centímetros cuadrados de piel tersa y divertirme con los dedos de los pies. Y a reír. Y ver Madrid absolutamete precioso cuando está vacío.

Ahora sé que esa pregunta no tiene respuesta. Que cuando amas, no puedes cambiarlo. Que tanto si tienes sexo como si no, la pasión reside en tu cabeza, y la sensualidad en tu piel. Las caricias, y los besos y las miradas están en tus sueños, y no despiertas por más que te empeñes en abrir los ojos. Y es que el olvido no está en otros cuerpos, ni en ocupar la mente de cosas, ni en dejarla en blanco. Que el olvido llega un día, exactamente igual a como te dice todo el mundo que sucederá: cuando menos te lo esperas.

Y cuando no amas, no puedes decidir amar y ya está. Que eso, sucede o no sucede. Que por más que el sexo sea maravilloso puede que no sea más que eso: solo sexo.


Sexo y amor. Amor y sexo. Cuando tenía 16 años no concebía que pudieran ser términos que tuvieran un significado completo de forma aislada. Algo así como sucede con el agua del mar. Agua y sal. Amor y sexo.

Y sin embargo, ahora sé que el agua en sí misma, resulta inodora, incolora y sobre todo insabora. Y que la sal, como el sexo, en pequeñas dosis le da chispa y sabor a la vida pero si solo tomas sal, tu corazón no lo soportará.

Mi conclusión? La misma que a los dieciséis: lo quiero todo. si no puedo tenerlo todo, entonces tendré lo que la vida me de. Pero este año… lo empiezo en el mar!

12.07.2006

Manos

Es curioso todo lo que dicen de nosotros nuestras manos y cómo nos descubren muchas veces sin que nosotros quisieramos permitírselo.

En mis años de voyeur, he visto miles de manos.

Manos limpias de uñas cortas, a veces mordidas, a veces francesas, manos finas, suaves, de quien se las cuida porque sabe que sus manos firmarán convenios, acariciarán a los hijos, cocinaran el alimento de toda la familia, seducirán a ese chico que intenta resistirse...

Manos que trabajan el campo, el torno o los animales. Manos ensangrentadas y encallecidas. Manos sucias y sinceras... honradas o no.

Manos que sostienen cigarros... y a veces pipas. Y a veces, nerviosas, juguetean con el móvil esperando esa llamada. Manos que aporrean teclas, y de vez en cuando, se ejercitan con un obturador. Manos que se recrean en su propio movimiento, y manos a veces que no se pueden mover.

Manos que de pronto dejan entrever una sorprendente ternura, una delicadeza o una habilidad en personas que, por su fisonomía, nos habían engañado. Manos que no engañan en el cariño.

Cuando te coja la mano, será para demostrarte que te quiero, que te necesito, que me gustas tal como eres, que te voy a dar parte de mi vida y te voy a ayudar, que necesito que me ayudes, que no te quedes atrás. Cuando te pida que me cojas la mano, por favor, no dudes. Aprieta fuerte.