sexo, cervezas y algunas otras cosas

6.30.2006

Gato y ratón

Cuando el mar rompe contra las rocas
cuando el faro de la luna
no es más que un simple compañero
en un eterno y oscuro caminar,
solo tu imagen logra no desvanecerse
en la lejanía, en la pesadilla de la terrible oscuridad.

Juegas conmigo y yo juego contigo,
huyes de mi al tiempo que me persigues
y yo te miento no sé si por egoísmo barato o por egoísmo invertido.

De pronto, todo se detiene.
El juego, así sin más, ha terminado,
tan sólo hay dos miradas que no saben por qué pero se temen
y yo entonces me pregunto quién es cazador y quién cazado.

No sabemos quién pero uno ha caído en la trampa del otro
y hay un momento de entrecortado silencio contenido
en el que no vemos nada, no oímos nada, pero lo sentimos todo.

Nos acercamos muy despacio, como un rayo de luna asustadizo
y es cuando como de la noche al día tu te ríes o yo te miento
eso jamás importó, eso es lo de menos,
lo importante es que volvemos a juar tú conmigo y yo contigo.

6.19.2006

lo más lejos a tu lado

¿cómo se puede estar tan lejos estando al lado? En los últimos meses, mis amigos han emigrado. A Italia, a Francia, a vivir en su propia estrella… en fin, lejos de mi y el caso es que me siento más sola y vulnerable que de costumbre. Quizá por eso, despierto la ternura de las madres, sobre todo de las ajenas.

Las madres son una especie de personas curiosa: cuantas más habilidades sociales tienen, más parece que les cuesta conectar con sus hijos. La mía es una gran comercial y en casa, soy yo quien la entiende a ella. Sin embargo, soy consciente de que cuando he tenido problemas, de que cuando he estado realmente perdida ella ha encontrado un camino, o ha encontrado a alguien que me arrastrara hasta el camino. Y así es como he ido entendiendo el mundo… y a las madres.

Tu madre, a su manera, me fichó a mí para devolverte al camino. a mi! que llevaba ya demasiado tiempo pensando en cómo abordarte, pero sin atreverme quién sabe por qué? Supongo que por respeto. Porque siempre he pensado que hay cosas que uno prefiere vivir en la intimidad, especialmente si no son buenas... aunque la vida siempre se empeña en demostrarme lo contrario, yo me empeño en que el respeto es el silencio... Craso error


“Hable con ella”
decía el título de aquella peli y sin embargo, yo soy incapaz de hablar contigo. Incapaz de llamarte, porque nunca encuentro el momento. Y no es que no lo busque y no piense al respecto de ello.. De echo, en las últimas semanas, lo pienso casi todos los días, pero a ninguna hora me parece la adecuada…

Ahora! Ahora no, hombre, que estará trabajando, y no es buen momento….
Ahora! Ahora no, que está a punto de empezar el partido, seguro que está en un bar lleno de gente gritando y no se oye…
Ahora! Ahora no, que es muy tarde, seguro que está volviendo a casa o algo...
Ahora! Ahora no, que son las tres de la mañana… Joder, lo dejo para mañana…

Y así, se pasó el ahora, el hoy, el mañana, esta semana, la pasada y la anterior, y este mes, el mes pasado, y probablemente, también el anterior.

“…Y un año pasado había
más de Flandes no volvía
Diego, que a Flandes partió”


Yo cuento esto porque sé que a todos en algún momento nos ha pasado, que quieres llamar a un amigo, pero no encuentras nunca el momento. Porque el momento para tomar unas cañas, es el que es, todos lo tenemos claro. Pero el momento para llamar y decir.. “oye, que qué tal estas? Que mira, que no te llamo para salir a tomar nada, ni para nada en concreto, en realidad para nada de nada; solo quería saber cómo estabas, si te apetecía hablar conmigo, saber si te aburres de la vida, o si quizá te podía ayudar en algo, o si… bueno, que si te apetece tomar una caña!”. Al final, las cosas se resuelven así, pero joder lo que cuesta marcar nueve dígitos de mierda!

En fin, a mi me ha costado tanto que he preferido pasar las horas en las que pensaba llamarte, escribiendo esta gilipollez, por si con ella entiendes que lo único que quiero que sepas es que estoy aquí por si te apetece hablar, o te apetece tomar una caña, porque a veces es bueno salir del círculo de siempre y relajarse con alguien con quién no tienes la confianza de la cotidianeidad, y respirar aire nuevo, o no hacer nada, o simplemente saber que alguien estaba pensando en cómo te sentirías. A veces… solo a veces. Ojalá no me esté equivocando. Ya sabes, que estas cosas funcionen es cuestión de cómo caigan, igual que cuando gira un caleidoscopio...

6.11.2006

Robert Shuman

El 3 de junio de 1654 se celebraba en Reims la coronación de Luis XIV, le Roi Soleil. El mismo día de 1950, apenas tres siglos después, en París, representantes de Francia, Alemania, Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos suscriben la Declaración Schuman, acuerdo por el que se daba el primer paso para la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, (la CECA) que con el tiempo daría paso a la Unión Europea y al modelo de vida que conocemos y vivimos.

Cuando nosotros la estudiábamos en el cole nos contaron que era un proyecto para aunar esfuerzos comerciales y hacer frente común a la competencia económica que suponían Estados Unidos y el incipiente gigante asiático, y nosotros vivimos felices en la ignorancia de pensar que eso jamás afectaría a nuestras vidas, que era algo que sucedía en Bruselas, un sitio por ahí,… más allá de Francia.

Pensándolo ahora, resulta que aquél tal Schuman, un ministro de exteriores francés que en 1950 inspiró un organismo supranacional para compartir recursos energéticos estratégicos fundamentales para la industria militar, que conspiró con el antiguo enemigo para reunir a las principales potencias europeas a espaldas del consejo de ministros de su país, y que llevaba el mismo nombre que el compositor alemán que le robaría todo el protagonismo en los libros de historia, nos cambió la vida a todos.

Porque sin él no hubieran sucedido cosas como que un español se vaya a París a vivir con una francesa y trabaje como abogado especialista en casos italianos; como que una española se vaya a Milán y conozca a un napoletano, y con vueling, vuelva a la semana siguiente a contarlo y pasar el fin de semana con los amigos en Madrid; que se pueda huir a Edimburgo, como si tal cosa y aprender inglés durante un mes o cinco o veinte; como que un portugués se enamore de una española y trinque un vuelo para saber cómo suenan los fados lejos de Alfama; o que un alemán robe una flor en la puerta del Retiro “para otra flor” un sábado a las nueve de la mañana mientras aprende a conjugar el subjuntivo español para quedarse a trabajar en Madrid, porque yo espero que se quede, y que me regale mil flores, y que me siga mirando con esos ojos azules traídos de algún lugar… más allá de Francia.

Este post va en homenaje a Schuman y sobre todas esas personas más o menos anónimas que han hecho posible el milagro de la multiculturalidad y para recordar, una vez más, que por encima de todo eso, existe un lenguaje que no conoce los diptongos, ni las diéresis, ni las eñes, que solo sabe de miradas, de besos y de silencios, de esfuerzo, de ilusión y de una mano que se escapa suave, imperceptible, ciega a veces y decidida siempre, al encuentro de otra piel.

6.01.2006

Como una ola

Como una ola. Tu amor llegó a mi vida como una ola... Unas mil veces me lo habrá cantado Verónica entre lágrimas y entre risas unas mil veces más. Es su canción. No me cabe duda. Pero de todas, la mejor fue aquella noche en una calita entre la playa de Levante y la de Poniente en Benidorm, subidas en la silla del socorrista, mirando a las estrellas y llorando las penas, cuando unos que hacían un botellón nos confundieron con lesbianas.

Resultó, como resulta siempre en Benidorm, que aquellos también eran de Madrid, y que también conocían a Verónica así que nos quedamos con ellos haciendo botellón y agarramos una de las borracheras más divertidas que recuerdo. Entre risas, las dos confesamos que jamás habíamos hecho top-less, y que jamás, jamás, lo haríamos.

Solo una vez. Una sola vez en mi vida he hecho top-less y fue la tarde del día siguiente. En medio del mar, en un patinete, nos arrancamos los bikinis y nos quedamos dormidas hasta que nos despertaron dos vigilantes en su motora... En fin. No coments.

De aquellos días tengo tantos recuerdos... Ya ves, un viaje inesperado que surge porque una amiga te pide que la acompañes al último rincón del mundo a pensar, a sufrir con ella, a compartir el silencio y la pena y en el medio del camino descubres que también te puedes reír y que sobre todo puedes encontrar paz: el atardecer sobre el mar desde la terraza del hotel en el que nos colamos, un Martini en la mano y el calor del sol acumulado en la piel.

Es lo que tiene el mar, lo mismo que las amigas, que a veces es tempestad y te toca ser la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén y otras, cuando menos te lo esperas, te da paz y tardes de risas. Como las olas. Como una ola

Descanse en paz.

En el principio... fue la línea de comandos

No sabría decirlo con exactitud pero uno de los primeros recuerdos que tengo de mi vida es de un patio de colegio. Yo debía tener unos seis años y jugábamos a pillar. Salí corriendo de detrás de un árbol, tropecé con la pierna de Sergio y me caí. Me hice una herida tan grande en la rodilla que se me veía el hueso. Aún recuerdo que la profesora quiso restarle importancia y no llamó a mis padres; que me hizo una cura de andar por casa aquél director que se parecía a Adolfo Suarez; y que aquella profesora vieja, viejísima, que se llamaba Victoria y olía como las gomas de borrar Milán me permitió estirar la pierna y apoyarla en la silla del niño que se sentaba a mi derecha. Ese niño era Sergio. A mi izquierda, como siempre, sentada recta y con su estuche perfectamente colocado, preocupada aunque envidiosilla porque le gustaba a ella aquél chico, atenta a Victoria, y con el rabillo del ojo atenta a mi, estaba Ana Belén.

Desde entonces hasta ahora la Tierra ha dado 20 vueltas completas y ha cambiado casi todo. De aquella niña solo conservo los gemelos que me habían regalado las navidades anteriores, a Ana Belén y aquella cicatriz. Ha pasado de todo en nuestras vidas y entre tantos cambios solo esa amistad se ha mantenido infranqueable pese a todo lo que nos diferencia. O quizá precisamente por ello...

El secreto para mantenerlo? Francamente, nunca me lo he planteado. Nunca me ha preocupado. Ana Belén siempre ha estado ahí. Para apoyarme a veces. Para defenderme otras. Las más solo para escucharme. Otras, quién escuchaba era yo.

Lo bueno es que sé que en los próximos 20 años en mi vida seguirán estando los gemelos, Ana Belen y aquella cicatriz. Y eso, ya es mucho. Gracias por estos 20 años!

Q tengas un feliz cumpleaños!!